En pleno centro de Bogotá, en la calle 22 con décima, hay un lugar donde las mejores historias y la memoria de los habitantes de la ciudad vuelven a cobrar vida. No es un café donde se reúne un grupo de amigos a recordar sus vivencias; tampoco es un museo, aunque en su interior se alojan muchos tesoros.
Este sitio tan especial es un taller de reparación de radios antiguos. En él reposan, con la paciencia de los años, decenas de radios, amplificadores, radiolas, tocadiscos antiguos y los repuestos que difícilmente se consiguen en otro negocio de una ciudad, en la que sus habitantes reproducen su música preferida en equipos de última generación.
“Con este negocio estamos siguiendo una tradición familiar, que tuvo su origen en la década del 50 por parte de mi padre, de quien heredé el gusto por un pasatiempo que se volvió mi profesión”, afirma Carlos Bustos, un hombre de sólo 37 años que sorprende de entrada, porque no tiene el aspecto que se espera del propietario de una tienda en la que se venden productos y repuestos que fueron fabricados, la mayoría, hace más de sesenta años.
Precisamente, es la antigüedad y belleza de estos radios, amplificadores y tocadiscos lo que más llama la atención. En los diversos estantes que organizó Carlos en su negocio, se pueden encontrar aparatos que él y sus técnicos han arreglado y embellecido para volver a venderlos. Los radios más antiguos datan de 1938 o de finales de la década del 40, pero “la mayoría son de los años 50, que llegaron en la presidencia de Gustavo Rojas Pinilla”, aclaró el propietario.
Son aproximadamente 50 equipos que le ha comprado a chatarreros, negociantes del mercado de las pulgas y gente del común que viene directamente a vendérselos a su local. Carlos también tiene algunos de estos equipos en su casa, y asegura que con ellos puede disfrutar de “la armonía y calidad de su sonido, que se siente más con los radios de tubos que con los digitales; sensitivamente es mucho mejor”.
Él no es coleccionista, pero sí lamenta haber vendido el que considera uno de sus radios favoritos, “un Westinghouse que parece el frente de un carro Ford modelo 55, estéticamente tiene un gran diseño, lo tuve hace unos cinco años y lo vendí por 500 mil pesos”, señaló.
Pero más que poseer o restaurar un equipo antiguo, Carlos Bustos disfruta cuando el cliente recibe el resultado final. “Un general retirado de la República nos trajo un radio Philco que le pertenecía a su padre. Después del proceso de restauración, cuando se lo entregamos, lloró como un niño desconsolado. Hay objetos que significan mucho para la familia y les traen muchos recuerdos; estamos rescatando los mejores recuerdos familiares. Ver los rostros de satisfacción de las personas no tiene precio”.
El propietario del taller se siente orgulloso por los resultados que ha logrado hasta hoy. “Hemos arreglado el 99% de los equipos que hemos recibido”; y en esto, influye el conocimiento y experiencia de su grupo de técnicos, tres hombres que sobrepasan los 70 años. “Ellos saben muchísimo. Es una ventaja grande y también me permite darle empleo a personas que son vulnerables. Este trabajo los hace vivir, no se tienen que quedar encerrados en sus casas”, aseguró.
Bustos sabe que en algún momento terminará esta historia porque los repuestos que vende dejaron de fabricarse hace mucho tiempo y porque el conocimiento que posee no es del interés de los más jóvenes ni de sus hijos adolescentes, quienes prefieren actividades como la música y otras artes. Sin embargo, asegura que cuenta con “una amplia reserva de repuestos en este local y en una bodega en el sur de Bogotá. Tengo la esperanza de que este negocio seguirá vivo por unas décadas más.”